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hablando solo

Como llevan una temporada tiradas a la bartola, mis neuronas se han acostumbrado a la buena vida, y ahora ya no se ocupan de lo que debieran ser sus obligaciones más primeras. Eso explica que ayer por la tarde me fuera tan tranquilo a catequésis y al volver a casa me la encontrara cerrada y con las llaves dentro. Eso explica también que el sábado mandara a mi hijo y a una amiga a San Mamés y que me quedara con las entradas en el bolsillo.

Y eso que voy por la casa repitiéndome las órdenes en voz alta para que no se me olvide nada, ahora cojo las llaves, ahora agarro el paraguas, dejo el esmarfon encima del piano y me llevo dos galletas de Tostarica para entretener el paseo hasta la piscina, a ver si me encuentro con más energía que ayer, que me ganó en todos los largos ese señor de ochenta años que nada con calzón y camiseta, y luego vienen las preguntas, en qué bolsillo he metido las llaves, donde he dejado el paraguas mientras cogía las galletas para ganar al abuelo, qué he dejado encima del piano, que no me acuerdo, y tal.

A veces hay gente en casa, y la verdad es que no sé lo que pensarán de mí.

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.